Estoy en un limbo. Recuerdo aún el concepto del limbo que nos intentaban explicar en las clases de religión cuando acudía al colegio de los Escolapios. Nunca me quedó excesivamente claro. Entendía perfectamente que se pudiera ser bueno, arrepentirse de algunas pequeñas, o no tan pequeñas, malas acciones que has cometido e ir al cielo o, por el contrario, ser más malo que Carracuca y bajar derechito al infierno. Pero lo de estar en el limbo no me cabía en la cabeza. Lo entendía como una especie de nodo antes de que te pongan la película en el cine. Has pagado, sabes que tienes la diversión y la butaca aseguradas, pero tienes que tragarte antes, por narices, un tostón que se te hace más largo que la propia película. No me entraba en la cabeza porque ese puñetero afán de hacerte rabiar antes de tocar el cielo, no me parecía acorde con la justicia divina. Era como de berrinche de patio de colegio. Por suerte para los que creen, me han dicho que lo cerraron hace poco tiempo. No sé si por falta de asistencia o, porque en vista de que cada vez hay más malos, tenían que compensar el cielo llenandolo con los que jugaban en las ligas inferiores.
Entonces imaginaba como sería, pero, lo que en esa época nunca podía haber entrado en mi cabeza, es que un día llegaría a estar, antes de morir, en el mismísimo limbo. Y tal y como pensaba, es muy incómodo, pero tal y como decían, se puede salir de él.
El limbo se mostró en toda su plenitud cuando decidí utilizar la sanidad pública española. Cuando decidí trasladarme de mi casa en las afueras de Madrid al centro de la capital, no imaginaba que iba a llegar a ser un auténtico apátrida sanitario dentro de mi propio país. El ostracismo social me animó a trasladarme y mejoré así mi salud mental, pero puse en grave peligro la física, sin la que la otra es claramente accesoria.
Decidí que lo mejor era mudarme a vivir a mi antiguo estudio de diseño. Los últimos años prácticamente no lo utilizaba, ya que me era mucho más cómodo trabajar tranquilamente desde casa. Al ser autónomo podía, con ciertas reformas básicas, utilizar el estudio como si fuera un moderno loft; una mezcla de vivienda y centro de trabajo al que solo tenemos derecho los trabajadores por cuenta propia. No contaba con que al ayuntamiento de Madrid eso se la trae al pairo. Amablemente me informaron de que no podía empadronarme en mi flamante estudio-vivienda. Tampoco me quitaba el sueño. Acababa de meterme en una hipoteca en Medina Sidonia, provincia de Cádiz, y pensaba pasar ahí largas temporadas. Además, eso me daba la oportunidad de declarar esta casa como primera vivienda y así poder desgravar sin problema los gastos hipotecarios. Mis estancias en Madrid no eran tan continuadas al fin y al cabo. Mi trabajo me permite poder estar durante mucho tiempo fuera del estudio, ya que lo desarrollo casi por completo por internet. A mis temporadas en Medina, añado otras, casi tan largas, en casa de mis padres en Santander.
El problema surgió el primer invierno que me puse enfermo. En Andalucía ya me habían dado mi tarjeta del Servicio Andaluz de Salud. Daba la casualidad de que en esos momentos estaba en Madrid. Cuando acudí al consultorio de la Seguridad Social, se negaron a atenderme si no era una urgencia. Al ser, en teoría, andaluz, la Seguridad Social madrileña no se hace cargo de mis dolencias. En otra ocasión en Santander, me pasó tres cuartos de lo mismo. Cada perrillo que se lama su…. pues eso. Y si te pones enfermo, procura hacerlo en tu comunidad autónoma. Pero lo peor estaba por venir. Recientemente tuve un accidente de moto en Extremadura. Cuando presenté mi tarjeta andaluza no se negaron a atenderme, ya que era una urgencia, pero si me pusieron todo tipo de peros y trabas. Tuve que firmar un documento en el que me comprometía a pagar los gastos de atención, en el caso de que la sanidad andaluza no se hiciera cargo de ellos. Todo esto es, como lo diría, un poco violento y humillante cuando estás tumbado en una camilla con una clavícula destrozada. Para rematar fui más adelante a Medina, para hacerme unas curas de la herida abierta que aún tenía. Ahí, los avispados responsables de la sanidad pública, dijeron que habían detectado que yo residía la mayor parte del año fuera de la comunidad. Si quería que me atendieran, tenía que solicitar, por enésima vez, y a pesar de tener un DNI con mi dirección en Medina, un certificado de empadronamiento y rellenar unos 4 ó 5 papeles repletos de amenazantes casilleros en blanco. Además, como recientemente me había dado de alta en el paro, tenía que rellenar otros tantos papeles para que, no se que organismo, se hiciera cargo de mis gastos mensuales de Seguridad Social que yo ya no pagaba religiosamente. Le di las gracias amablemente, busqué un contenedor de papel y tiré todos los puñeteros impresos a la basura. Paré en la primera oficina que encontré de un seguro privado, y por 70 € procedí a darme de alta en un seguro con cobertura nacional e internacional, que no te segrega por tu lugar de procedencia. Luego me puse a dar vueltas con lo que debía hacer con los más de 200 € de diferencia que hay entre este seguro privado y la cuota que durante 17 años he estado pagando a la Seguridad Social. Seguramente, si en el futuro los invierto en un plan de ahorro o en un seguro de desempleo privado, no estaría, como estoy ahora, por culpa de haber sido autónomo, parado y sin percibir prestación alguna de desempleo. Han multiplicado por 17 las administraciones, las trabas y los gastos administrativos y han dividido por 17 las facilidades y la ventaja de ser ciudadano de una gran nación para pasar a ser vecino de un barrio de taifas. A veces pienso que la única manera de arreglar esto es que pasara un enorme huracán, lo arrasara todo, y empezáramos otra vez desde cero.
En fin que, en resumidas cuentas, el limbo tiene remedio. Solo hay que tener imaginación e iniciativa, y salirse de las normas que dicta la religión oficial. A partir de ahora solo voy a asistir a misas negras.
Muy buena reflexión, basada en una experiencia muy real. Deberías vender seguros privados con ella. Por cierto, cual es el seguro médico q compraste?