Cabezas, medios cuerpos, manos alzadas cruzando saludos, miradas cómplices, sonrisas y, cómo no, algunos rostros escudriñando quién no cumple con su deber cívico, con su obligación de ciudadano agradecido, bienpensante, solidario.
Las ventanas del amplio patio interior se van poblando de vecinos.
Barrio obrero, de currantes. Unas pocas banderas españolas, algunas con crespones negros, conviven con enseñas regionales, gallardetes arcoíris, o improvisadas pancartas con los lemas más variopintos; incitando a aguantar, a resistir, a derrotar al virus, e incluso pidiendo que el día 24 el homenaje sea también para Jonatan, que cumple ese día 3 añitos, y a sus padres les hace mucha ilusión que los vecinos se lo celebren. Es su primer cumple confinado, y a falta de amiguitos, no quieren que le falte el festejo.
Las conversaciones menudean de ventana a ventana, en general joviales, animadas,. Se cruzan bromas y chascarrillos que van alegrando el ambiente, que deshacen una atmósfera como de tumba, de ventanas que se abren como tapas de ataúdes para dejar salir a sus moradores al sol, a la luz que desde hace tiempo les ha sido negada.
- ¡Javier! ¿Como estás amigo? Cuánto tiempo sin verte – grita Manuel desde su ventana.
- ¡Hombre Manuel, no te veía desde ayer a la misma hora! ¡Mira que te he echado de menos! – Risas y miradas chistosas – ¿Que tal lo llevas, alguna novedad desde ayer?
- Pues por suerte o por desgracia nada digno de contarte. Hoy he estado a punto de divorciarme dos veces, y de ahogar a mis hijos en la pila del fregadero unas 10 o 12, pero nada más. Lo habitual desde que empezó el aislamiento.
- No te quejes, que tu al menos tienes a la familia contigo. No veas lo que daría yo por tener a mis hijos aquí conmigo, aunque sintiera ganas de ahogarlos en el fregadero cada dos por tres…
- ¡Joder tío, perdona!, que marrón, no me había dado cuenta!
- Ni perdón ni ostias, ahora me invitas a una birra para compensar.
- Venga, vale, te paso una.
Desaparece casa adentro, y al cabo de un rato asoma por la ventana el extremo de una caña de pescar telescópica con una presa de 33 cl., aún fresca, perlada de gotas de agua.
Javier cobra la presa, y se la echa a la boca después de descabezarla.
- Hay que ver como hemos mejorado en esto de intercambiar birras ¿Y si mandamos un vídeo a la tele para que alucinen? Igual nos sacan en esos momentos chorras que emiten durante los intermedios. Esos en los que la gente filma paridas para matar el aburrimiento.
- Quita, quita, que como me vea la ex me demanda por alcohólico. La muy cabrona busca cualquier excusa para joderme.
Comienzan a oírse sirenas de ambulancias, de coches policía, de bomberos. Suenan encadenadas, entrelazadas, como si lucharan por imponerse las unas a las otras.
- Parece que ya es la hora. Guarda la caña que igual pica una sirena.
Comienzan los aplausos, se sostienen, se sostienen, se sostienen, se sostienen, se sostienen, se sostienen… decaen.
Los vecinos se miran unos a otros, interrogantes, esperando que alguno dé el pistoletazo del principio del fin del aplauso colectivo.
Cesan.
- Joder, ahora van a atacar con el “Resistiré”. Mira que me gustaba esa canción, y la manía que la estoy pillando.
“Resistiré” del Duo Dinámico, inunda el patio con sus acordes.
- Son los buzos del tercero, que fuera del agua se ponen muy cansinos. Será porque se les secan las branquias, o algo así, pero nos dan toda la tarde unas murgas.
- Oye, hablando de murgas. Me contaba hoy el comercial de la empresa, que es como una portera de las de antes, de las que no eran electrónicas, y que está enterado de todo, que lo de aplaudir es cosa interesada del gobierno. Que lo hacen para distraer la atención del marrón en el que nos están metiendo. Dice que el pasa de aplaudir, que es hacerles el juego.
- Pues no sé, puede ser. Pero entre unos y otros me tienen loco. Al final no hago caso a ninguno, que son todos unos chorizos.
- Pues si. Esté quién esté arriba, los palos son para los de abajo. Menudos cabrones.
- Además a mi me va esto de aplaudir. Sales un rato al balcón, ves a los vecinos, me tomo una cerveza con el julai de mi colega Manolo…
- Anda y que te den…
- Lo único que me tiene “amargao” es el “Resistiré” de los buzos. Te digo que a veces tengo pesadillas. Además por la mañana, mientras me ducho, me da por tararearla.
- Háztelo mirar, eso no parece nada bueno.
- Es que lo de aplaudir a los que se están partiendo la cara ahí fuera, por nosotros, me emociona, de verdad. El otro día volvía de la compra, me crucé con unos de una ambulancia y me puse a aplaudirles. Otras personas que había cerca me imitaron, y los de la ambulancia casi se ponen a llorar. Esos tiarrones que están acostumbrados a ver todo el día gente en las últimas, y que son más duros que el pedernal.
- Joé, como no les vas a aplaudir si se dejan la piel. Son héroes. Si yo estuviera trabajando en un hospital, me cagaba por la pata abajo. Todo el día en contacto con pacientes que llegan con síntomas, que te lo pueden contagiar en cualquier momento. Y además están currando de sol a sol.
- Ya ¿y los polis? que a mi no me han dado nunca buen fario, pero las tienen que estar pasando canutas. Les compadezco, y cuando veo alguno me siento orgulloso de ellos.
- Si, desde luego, a mi también me pasa, me da ganas de darles un apretón de manos y decirles que ánimo, que ya pasará todo, que estamos con ellos. Ya ni me acuerdo cuando salía de najas cada vez que veía uno, para que no me pillara con la china de costo.
- Jajajajaja… que vueltas da la vida.
- Y no te olvides de los militares que están echando una mano reforzando con los hospitales de campaña y esas cosas.
- Y de los bomberos
- Y de los que trabajan en farmacias, en ópticas, que de esos a veces la gente se olvida, y como son servicios esenciales, tienen que estar de cara al público dando el callo y jugándosela.…
Los dos se quedan pensativos, mirándose. La música ha terminado, unos pocos vecinos siguen charlando de ventana a ventana, el día se escapa, la luz comienza a decaer.
- Pues si, héroes ¡que cojones! ¡Como no les vamos a salir a aplaudir! El gobierno, la oposición, son todos unos petardos… lo que diga cualquiera de ellos me la suda, yo hago lo que considero que está bien.
- Si, héroes… cuando acabe todo esto habrá que hacerles un homenaje de la leche.
- ¡Charo, charooooo! ¡Mañana nos vemos en la entrada del Lupa y te paso el tinte del que te hablé, que me lo mandan por internet, pero ya está agotáo! ¡Que con esas canas te pareces al Rosendo! – Una vecina a gritos corta de golpe el silencio que se había abierto paso entre los dos.
- Bueno niño, me voy a la cama que mañana me pego un madrugón de cojones.
- ¿Tu también? ¿que te toca?
- Salgo a las 4 de la mañana hacía Mercamadrid, a llevar una carga de pescado. Y luego de vuelta para acá, que al día siguiente me toca Zaragoza. Menos mal que pasado descanso ¿Y tu?
- Nada especial, lo de siempre; a las 5 tengo que estar en la panadería, pero al menos yo no me tengo que meter una pechada de kilómetros. Y ya estoy acostumbrado al madrugón.
- A eso no se acostumbra uno nunca macho…
- Ni a lo tuyo, no te jode.
- Pues si, algo de razón tienes. Mi ex sí que no se acostumbró. Manda huevos.
- Bueno, pues si no estás muy cansado, te pesco una cerveza, y me cuentas que tal el viaje.
- Claro, no me voy a perder los aplausos. Que en este país siempre nos han sobrado políticos, y nos han hecho falta héroes.
- Hasta mañana
- Hasta mañana