Habitualmente, cuando salgo de casa después de comer, me encuentro con mi amigo Yunis sentado en el exterior de mi portal o en el de una tienda de ropa de al lado.
Yunis es un vendedor de DVDs piratas, un top-manta, que desde hace casi 10 años ha fijado su precario punto de venta frente a mi casa. Es una zona poco concurrida en la que no vende demasiado, pero le compensa porque es tranquila, no hay demasiadas redadas, y además se ha hecho amigo de la gente del barrio que, en muchas ocasiones, le cobija y le protege de la policía. Los vehículos aparcados en batería, escudan la mercancía de la vista de las patrullas de policía que pasan en sus coches por la calzada.
Yunis tomó el testigo de Johnny, un compatriota suyo de Senegal que trabajaba en este mismo lugar antes que él y que, un buen día, decidió marcharse a Barcelona a trabajar en la construcción. El relevo no fue inmediato, quedando el puesto de vendedor de mi calle vacante durante un par de años. Cuando Yunis accedió a su nueva plaza de trabajo, yo no me di mucha cuenta del cambio y le seguí llamando Johnny durante algún tiempo, hasta que el portero de casa me advirtió del error.
Yunis tiene esa actitud un poco infantil que a los europeos nos da la impresión que caracteriza a muchos africanos negros, con una aparente incapacidad de interpretar la bondad, la maldad o la corrección de los actos, tal y como nosotros las concebimos. Sencillamente provienen de sociedades en las que, los valores morales occidentales que la globalización extiende de forma irremisible, aún no han barrido por completo a sus propios concepto del bien y el mal.
El otro día me contó que le habían robado la bicicleta. Está indignado porque su bicicleta era el único medio del que disponía para moverse por Madrid y, entre otras cosas, venir a trabajar a mi calle desde Lavapiés. Arguye que en España se roba mucho porque las autoridades castigan muy levemente los delitos, mientras que en su Senegal natal, el robo es castigado muy duramente. De hecho, aunque no está vigente en su país, o justamente por eso, está completamente de acuerdo en que a los ladrones se les aplique el castigo islámico que conlleva la amputación de una mano,… así por las buenas. Supongo que lo defiende, porque después de la desaparición de su bicicleta está muy cabreado, ya que los senegaleses se caracterizan por practicar un islam muy moderado y tolerante. Yo, aunque me lamente con él y comparta su indignación, le vacilo con el tema; ¿Si cree que a los ladrones hay que cortarles la mano, que hace vendiendo material pirata que es un robo de la propiedad intelectual en toda regla? Yunis siempre se defiende argumentando que no es lo mismo, que el no sabe de propiedades intelectuales ni derechos de autor. Seguramente será una verdad a medias; no entiende, como nos pasa a muchos de nosotros, de las tiranías de la SGAE y otros maquiavelismos parecidos y, además, no le apetece enterarse mucho, no sea que su coartada moral quede por los suelos.
El caso es que me ve salir frecuentemente en bicicleta. En algunas ocasiones con la bici de montaña, con la que voy a hacer deporte y, en otros momentos, con la de paseo, con la que suelo ir a trabajar. Siempre me dice le mismo; que le regale una bicicleta, que yo ya tengo dos. Por mucho que le explico que cada bici es para un cometido diferente y que la una no vale para lo que hace la otra, no parece enterarse o, más bien, me da la impresión de que adopta la misma actitud que con la catalogación moral del robo. La semana pasada, sus peticiones se acrecentaron cuando me vio salir con una tercera bici, que me había dejado una amiga para que se la revisara.
- ¡Ahora tienes tres, ahora si que me tienes que regalar una!
Yunis es generoso, al igual que la mayor parte de la gente del África negra. Comparten lo poco que tienen con sus familiares y allegados aunque, en ciertos momentos, esta dependencia de los menos favorecidos de la familia de los que tienen más recursos, se vuelve una carga asfixiante y excesivamente pesada. No me considero poco generoso. A Yunis le regalé un casco para su anterior bici, una bomba de hinchar y a menudo le invito a comer algo en casa o le saco algo de comida mientras vende, pero lo de la bicicleta me supera.
Tras muchos días de batallar, siempre entre bromas y sonrisas, pero con un ligero y latente complejo de hombre rico y avariento, por fin di con la solución para hacer que dejara de lacerar mi conciencia. Una tarde, al salir por el portal Yunis volvió a la carga;
- Tienes tres bicis…. ¿por qué no me regalas una?
- Es verdad, tienes razón, pero yo no doy nada por nada. Cualquiera de las bicis me ha costado mucho dinero, y ganar ese dinero un tremendo esfuerzo. Te la voy a cambiar por algo que tu también tengas por duplicado o triplicado.
- De acuerdo, ¿qué quieres?.- Me dijo mientras sonreía de oreja a oreja y miraba los numerosos artículos que se extendían sobre su manta/escaparate, pensando que ya había conseguido doblegar mi resistencia.
- ¿Hace 7 años estuviste en Senegal de vacaciones, no?
- Si, claro.
- ¿Y a que fuiste?
- Ya lo sabes, a casarme.
- ¿Y hace cuatro años también, no?
- Si
- ¿Por qué motivo?
- Pues para casarme con mi segunda mujer.
- ¿Y el año pasado te casaste con una tercera, no?
- Si, claro. Tengo una casa en Senegal y como soy el único de mi familia que vive en el extranjero y manda dinero, muchos familiares se han venido a vivir a ella. Necesito muchas mujeres para que trabajen, den de comer a todos y les atiendan.
- Estupendo, mañana me traes fotos de tus mujeres y si me gusta alguna, te la cambio por una bicicleta. Yo no tengo ninguna mujer que trabaje para mi y tu tienes tres. Deberías darme una.
Yunis se me quedó mirando durante un buen rato y luego se echó a reír.
- De acuerdo, mañana te traigo las fotos.
Todos los días, cuando me lo encuentro, le recuerdo que me debe unas fotografías, que estoy deseando tener una mujer en casa. Se parte de risa y me dice que si, que mañana, y no comenta nada de las bicicletas.
Ahora tengo miedo de conseguir un día suficiente dinero para comprarme ese pepino ante el que babeo todos los días cuando paso frente al escaparate de la tienda de bicis y, que Yunis lo vea y se decida a seguir adelante con nuestro acuerdo.
P.D. Por cierto… ¿Alguien tiene una bici de sobra, del modelo y de la edad que sea, para regalarle al bueno de Yunis? Me quitaría un peso de encima.
Parece que le has dedicado un gran esfuerzo a realizar este articulo y a mi me ha
gustado mucho, por lo que me he animado a escribir para felicitarte.
=)
Muchas gracias por tu felicitación. Más que tiempo, hay amor en su confección. Un saludo